Y el fin de semana pasado reafirme mi
determinación, por lo menos por ahora, de no cambiar el lugar donde vivo. Si de
mi dependiera quiero tener a Cusco como mi puerto, esa ancla de la que
creo que todos necesitamos y añoramos. Y es que uno tiene esa facilidad de
estar en medio de la naturaleza literalmente a la vuelta de la esquina. Cusco está
rodeado de montañas, lagunas, nevados; vamos que hay que tener una buena excusa
para no salir un par de horas a relajarse y conectarse, no con el “wifi” si no
con uno mismo; con esa naturaleza que nos llama porque al fin y al cabo- por más
que tratemos de destruirla - somos parte de ella.
A pocas horas de la ciudad de Cusco esta
Huarocondo, un pueblo pequeño que cada domingo instala en su plaza central una
Feria Dominical, muy popular desde hace muchos años en la mayoría de
poblaciones andinas, en muchas de ellas incluso todavía se mantiene vivo el
trueque como medio de pago. Además de la
motivación de vender los productos de la
chacra, los pobladores también vienen a escuchar música (impresionantes
parlantes sacan cara desde los laterales del edificio municipal con música
clásica lo que era un hermoso contraste con el hábitat tan andino). Otros
vienen solo a “socializar”, muchos viven fuera del pueblo y el domingo “después
de la misa” además de comercializar sus productos pueden re-encontrarse con los
que trabajan fuera y llegan a visitar a sus familiares.
Los mercados dominicales o “ferias” son una
costumbre muy antigua, instauradas ya
oficialmente en la época del Virreinato y que al día de hoy perduran. En
Huarocondo, como en casi todos los pueblos andinos,no solo son una manera de
intercambio económico, si no hay todo un bagaje cultural y social que se mueve
y que es muy interesante de observar y muy divertido participar.
Huarocondo proviene de dos palabras
quechuas: WARO (montículo de piedras) y KUNTUR (cóndor) según los entendidos
Huarocondo o WAROKUNTUR sería entonces “el cóndor que se posa en el montículo de
piedras”. Según algunas crónicas habría sido un pueblo de relevancia en la
época inca y así lo confirman algunos restos arqueológicos cercanos. En la actualidad
este poblado que está a escasos 35 km de Cusco, tiene como actividad principal
la agricultura, ganadería, aunque es un pueblo cercano a Cusco mantiene, para
alivio mío y de alguno otros, todavía ese encanto de pueblito andino, de calles
empedradas y casonas hechas de adobe que parecen haberse congelado en el
tiempo, recorrerlas sin prisa es un verdadero placer para quienes encontramos
la belleza en las cosas simples. Huarocondo me hizo recordar mi infancia, las vacaciones
en casa de mis abuelos en Urubamba (Valle Sagrado) hoy tapiada de comercios y
edificaciones de “material noble”, todo el Valle Sagrado ha ido poco a poco
llenándose de hoteles y comercios que poco o nada respetan la línea urbana de
antaño, por eso Huarocondo, como algunos pocos pueblos, todavía es una joya a la que conviene cuidar.
Huarocondo, entre la gente de Cusco es
sinónimo de “Lechón” típico plato
peruano a base de carne de cerdo asada con
especies en un buen horno. Lo típico es comerlo en las fiestas de Año Nuevo, y
las fiestas religiosas como “Todo Santos” (Noviembre). En Huarocondo el lechón se
sirve cada domingo en su amigable Plaza de Armas que nos recibe como un enorme
comedor, todo bastante bien organizado, sospecho por la misma Municipalidad del
distrito.
En Perú es común comer en la calle, es raro
un peruano que nunca se ha parado en una esquina a comprar un “tamalito” o picar un palito de “anticuchos”. Para nosotros
la calle es una extensión de nuestras casas. Los mercados son un anaquel
increíble de olores y colores que gracias a los “chefs de moda” cada vez son más
publicitados y por lo mismos más limpios y seguros.
Si viene a Perú no deje de preguntar por el mercado más cercano y vera como descubre más de una fruta que en su país es innombrable, pruebe con la lúcuma, termine con un buen jugo de frutas , siempre aconsejo llevar su propia botella de agua, si Ud. le pide amablemente a la “juguera” de turno que le prepare el jugo con esa agua porque “sufre de algún malestar estomacal” ella no se sentirá ofendida y Ud., podrá probar a sus anchas del mas económico y sustancioso desayuno natural.
Pero volviendo a Huarocondo, después de
degustar un riquísimo lechón preparado por “LA Tía Asunta” mis hermanos y yo
retomamos la carretera. De camino a Izcuchaca no pude evitar cierta nostalgia
de mi infancia al caminar con ese olorcito a tierra mojada, mientras me llevaba
unos quesos frescos que puede comprar al vuelo en la feria dominical donde uno
encuentra desde ropa, verduras hasta cocinas. Todo en un solo lugar… ¿quién
dijo que en la variedad está el gusto?
Pues seguimos, pasamos de entrar al pueblo
de Izcuchaca porque se nos hacía tarde, ya nos habíamos entretenido demasiado
con Huarocondo y su riquísimo lechón, y el fin de nuestro viaje era visitar a
una familia de amigos que están alojando a nuestro perro, que por cuestiones de
espacio hemos tenido que dar en “adopción temporal”, muy a pesar nuestro, pero
nos hemos dado con la grata sorpresa de que vive mejor que cualquiera de
nosotros. El paisaje es realmente impresionante, una casita en el valle rodeada
de un pequeño riachuelo, enmarcada con árboles entre cuyas ramas pelea el sol
por salir o entrar según sea el caso…ya iba yo a pedir asilo también. Pasamos
una tarde, literalmente relajada ,sin más accesorios que los infinitos verdes
que nos regala la naturaleza, los dorados pastos que se dejaban secar al sol,
una realidad más hermosa que cualquier foto a la que le damos “like” en nuestro
mundo virtual. A veces es bueno dejar a un lado las “guías de turismo” y
simplemente disfrutar de lo que un domingo espontáneo te puede regalar.
Fotos: Edith Vega-Centeno Chávez
Huarocondo, definitivamente tierra hermosa !!! con mucho potencial ! es una joya en bruto
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